La pandemia nos ha cambiado, pero seguimos mintiendo; los investigadores persiguen bajas fraudulentas, Ertes que no lo son y cónyuges que fingen el contagio del hijo para evitar la visita del ex.
MACARENA GUTIÉRREZ@McGutierrezSj
La actual presidenta de la Asociación de Mujeres Detectives y dueña de la agencia Indicios cree que la pandemia ha agudizado el ingenio para el fraude en un país en el que «la picaresca está bien vista». Después de salvar el parón de los meses de confinamiento duro, el trabajo de los investigadores privados relacionado con la Covid-19 se centra en «casos de bajas laborales fraudulentas, empleados en ERTE a los que se obliga a volver bajo la amenaza de ser despedidos o la venta engañosa de material de protección». Lerma acaba de terminar un par de trabajos para unos clientes que le pedían pruebas de que su empresa les forzaba a reincorporarse cobrando una parte en negro pese al ERTE en vigor.
El teletrabajo, el contagio, los falsos positivos, todo ayuda al aficionado al escaqueo, pero, ojo, la crisis económica que se nos echa encima fuerza a que los empleadores sean menos comprensivos que en época de bonanza: «Las empresas lo están pasando mal, así que si antes dejaban pasar una baja dudosa, ahora tratan de quitarse al trabajador de encima con un motivo que haga que el despido sea procedente».
Durante el temporal de Filomena, Indicios desenmascaró a un jardinero que, en lugar de estar guardando la cuarentena en casa, se dedicó a prestar servicios a domicilio… con la furgoneta de la empresa que le pagaba el sueldo. La mayoría de los jueces, «entre un 90 y un 95%», acogen como válidas las pruebas recogidas por estos sabuesos que son los únicos, por ejemplo, que pueden efectuar grabaciones siempre que la persona que les encarga el trabajo tenga un «interés legítimo».
Esta detective asegura que en el ámbito familiar también hay mucha tela que cortar. Recuerda el caso de una mujer que no dejaba a su ex marido ver a su hijo porque estaba «contagiado» y, en cambio, «iba todos los días a la guardería, a ver a los abuelos…». En un seguimiento que duró tres semanas descubrieron el pastel. Otro terreno abonado en épocas de bajón económico son las pensiones alimenticias de los divorcios. «Nos viene gente que quiere demostrar que su ex no ha visto reducida su facturación por la crisis, sino que ingresa una mayor parte en ’’B’’ para justificar una rebaja de la pensión», explica Alicia.
Después de doce años siguiendo pistas, esta investigadora tiene mil historias. Por cómo las cuenta, parece que no se equivocó al cambiar el rumbo. No parece que esto le resulte tedioso. Recuerda el «subidón» que le dio localizar a un objetivo después de varias horas: «Iba detrás de un hombre que, de pronto, cogió carretera, carretera, y acabamos en Valencia. Nada más llegar, lo perdí en una rotonda. Casi me da algo, pero logré encontrarlo en el parkin de un hotel gracias a que reconocí el coche».
En otra ocasión, una compañera tuvo que hacerse pasar por aspirante a monja de clausura. Recibieron el encargo de unos padres horrorizados porque su hija, que acababa de cumplir 18 años, había desaparecido. Finalmente, localizaron a la joven en un convento. En realidad, «nada podían hacer porque la chica era mayor de edad, pero al menos sabían dónde se encontraba y podrían contactar con ella».
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